El conductismo ha tenido tanto éxito liberando la psicología animal de cualquier explicación mentalísta del comportamiento, que casi todo el mundo se ha inclinado a pensar que en el cerebro animal no ocurría nada importante. Incluso comportamientos muy complejos realizados por los animales eran vistos como el resultado de procesos mecanicistas y no cognitivos.
Se prestó escasa atención a los proféticos planteamientos de Tolman en los años 30 cuando sugirió que las representaciones mentales formadas en el cerebro de los animales podrían permitirles poseer un mapa cognitivo de su entorno, desarrollar expectativas sobre las consecuencias y planificar sus acciones en el mundo.
Los principios del aprendizaje asociativo, especialmente aquellos expuestos por Skinner, son aspectos centrales del aprendizaje animal. Los procedimientos operantes son potentes técnicas y su aplicación en el adiestramiento ayuda a establecer los comportamientos motores que son la base de la acción diestra del perro guía. No obstante, para que el perro llegue a ser un guía seguro y fluido para una persona con deficiencia visual sería necesario que aplicase los procesos cognitivos de atención selectiva, recognición de patrones, categorización, discriminación, predicción y la representación del conocimiento y su traspaso a la acción. Por encima de todo, el perro guía necesita ser un tomador de decisiones de forma segura y solucionador de problemas, capaz de operar con una intención decidida bajo un conjunto de normas. Si el perro tiene que guiar a su propietario con deficiencia visual de forma segura en la ciudad, parando en los bordillos, evitando a los peatones y el mobiliario urbano, maniobrando para evitar escaleras y ayudar a su amo a cruzar las calles de forma segura, ¡tendrá que ser mucho más que un robot bien condicionado y sin capacidad de pensar!