La chica que pinta y el chico que toca la guitarra se conocen en mayo en Madrid, se enamoran y se van carretera adelante. La crónica marginal de una época y la abundancia de diálogos y personajes impiden que esta historia de amor desesperado incurra en la memez de lo trascendente. Félix de Azúa ■ En otra lengua y por otros caminos, esta novela materializa el sueño de Jack Kerouac: borrar los límites entre narrativa, reportaje, autobiografía y roman à clef. Uillium Burroughs ■ Ya dije que alguien haría un día literatura como Kerouac hacía mecanografía. Truman Capote ■ Es la primera vez que un escritor europeo no confunde a los beatniks con los hippies. Carolyn Cassady ■ Tierna, irónica, con un sentido del humor teñido de melancolía, esta novela se lee con agrado y simpatía, con una media sonrisa que emboza un punto de acidez. Alberto Cousté ■ Parece imposible que un profesor de critica literaria sepa escribir, pero estamos ante la mejor road movie americana de la literatura española. Ramón de España «Cuanto más transparente es la escritura más se ve la poesía. No había leído una prosa castellana tan diáfana desde La increíble y triste historia de la càndida Eréndira y de su abuela desalmada. Gabriel García Márquez ■ Una lengua más próxima al culebrón caraqueño que a Delibes. Eduardo Haro Tecglen ■ Ningún lector inteligente se aburrirá con este texto. José Antonio Marina ■ Las escenas de sexo empiezan donde las películas de la época hacían un fundido en negro. Esto es escribir y no lo que hace Baltasar Porcel. Juan Marsé ■ Una alta dosis de antifrancesismo unida a otra, no menos alta y más irritante, de procatalanismo. Mario Muchnik ■ Sólo un actor podía fabricar diálogos tan certeros como los de esta novela hecha de diálogos. Marcos Ordóñez ■ Casi tan insignificante como una obra de Marsé. Baltasar Porcel ■ El autor de esta novela, que no está escrita en castellano, escribe el mejor español de Cataluña como García Márquez escribe el mejor español de Colombia. Francisco Umbral