Si expresiones como la música y la pintura del Renacimiento y del Barroco no han perdido en nuestros tiempos su encanto, ¿por qué había de perderlo la poesía española de entonces? Garcilaso, fray Luis de León, Góngora, Quevedo son como Lassus y Monteverdi, como Tiziano y el Greco: ofrecen sus virtudes a todos los espíritus. Es verdad que leer poesía de los siglos de oro requiere cierto esfuerzo por el lado lingüístico, pero las dificultades son sencillas de superar, y en este sentido Antonio Alatorre brinda una cuidadosa revisión de poetas, tendencias y estilos, desmenuzados con lucidez y destreza incuestionable para hacer del periodo visitado una lectura memorable. A partir del análisis del sueño erótico en los poetas de los siglos de oro, Alatorre se ocupa de las derivaciones: el desamor, la ausencia, la imposibilidad de consumar los placeres, la remembranza de caricias, la idealización, la obscenidad o las trampas del sueño. El tópico sensual le sirve para atender las relaciones de los bardos españoles con la tradición humanística italiana, centrada en Dante y Petrarca, sin apartarse de Iacopo Sannazaro, Prieto Bembo o Torquato Tasso, y la grecolatina, con Homero, Ovidio, Petronio o Anacreonte. El investigador extrajo de sus doctos libros y su gran sensibilidad las referencias confrontadas, fortuitas, concentradas y meditadas sobre el placer, la impaciencia sexual y el amor puro encerrado en el sueño. Su revisión parte del primer poema de sueño erótico en lengua española compuesto por Sem Tob, avanza con la poesía de Garcisánchez de Badajoz, Cristóbal de Castillejo, Garcilaso, Juan Boscán, Gutierre de Cetina, Pedro de Tablares, Juan Latino, Fernando de Herrera, Francisco de la Torre, Lope de Vega, Góngora, Bartolomé Leonardo de Argensola, Francisco de Medrano, Quevedo, Pedro Soto de Rojas, Alondo de Salazar, hasta sor Juana Inés de la Cruz, Francisco de Terrazas y fray Melchor de la Serna, entre muchos otros. 'El sueño erótico en la poesía española de los siglos de oro' reúne las condiciones de una antología escrupulosa y de perfiles reveladores, y se esfuerza en encumbrar la condición poética lejos de las preocupaciones académicas -que no desdeña-; la entrada en esta estancia fantástica expresa la lectura y el análisis ferviente del crítico riguroso para conformar un libro espléndido cuyas virtudes son la erudición y amenidad.